Llevaba toda la semana hablándole mal de una de sus vecinas.
Y aúnque no prestaba demasiado interés en conocer detalles, le iba contando.
Pero conociéndolo como lo conocía...
Sabía que al muy tunante ya le picaba la curiosidad.
Llegó el domingo y a través de la pared escuchó unos golpecitos y la voz de la mencionada vecina.
—Vecino, te invito a un café. —Dijo la mujer.
Él, que no esperaba aquello...
Se le iluminaron los ojillos y su rostro se transformó.
—Toma ya. Me ha invitado la cachonda.
Al poco rato llamaba a su puerta e iba cambiadito de ropa interior.
La mujer abrió la puerta y le hizo entrar a la salita de estar.
—Ahora traigo el café.
Y se lo tomaron...
Él ya estaba impaciente por lo que suponía vendría después. Y como ella nada decía, dijo él.
Y un soberano tortazo recibió en el rostro. Y el tonto aún balbuceó: —No sé porqué me pegas.
—Porque nunca te he dado pié para estas libertades. Y haz el favor de salir de mi piso y no vuelvas más, so guarro. Hay que ser tonta, yo que te he invitado a tomar un café para levantarte el ánimo.
Hay amigos que juegan a dos bandas y con intención de reírse, burlarse, troncharse a costa de uno.
Al día siguiente aún se le notaba la marca.
El graciosillo de su amigo y con guasa: —Qué te ha pasado?
—Vas, y le preguntas a la cachonda.
—Ja, ja, has picado como un pardillo. Le dije que estabas depre y se preocupó, ja, ja. Seguro que te habías hecho ilusiones.
Él otro lo miró, frunció el ceño y dijo : Que te den...
Verónica O.M.
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