Lucía se levantó del sofá y apagó el televisor, fue al dormitorio dispuesta a acostarse ya que al día siguiente debía trabajar.
Se acostó y se quedó con los ojos abiertos al cerrar la luz.
Pensó en su nueva amiga, Rosa. ¡Parecía tan fuerte! Admiraba todo de ella empezando por su belleza, que sin ser muy llamativa tenía algo especial que no había conocido en nadie.
Se la veía una mujer con carácter, intentó imaginársela cuándo decidió no aguantar más en su matrimonio.
Al hombre, no le daría tiempo de machacarla demasiado. Rosa no parecía ser como ella, que aguantó lo inimaginable hasta que él la abandonó. Su nueva amiga era cómo a ella le hubiese gustado ser. La admiraba por ello.
Pasaron los días lentamente y llegó el esperado sábado.
Lucía fue caminando hacia el parque, Rosa ya la estaría esperando. Y así era...
-Hola, Lucía. ¡Qué guapa estás hoy!
Lucía sonrió y le dio un beso en ambas mejillas.
-Todo te lo debo a ti, sin ti seguiría dándo pena.
-Creo, ya hubieras reaccionado.
-No lo hubiera hecho, lo sé.
Se sentaron en un banco. Lo hicieron a la sombra ya que hacía calor. Estuvieron charlando animadamente y algo curioso no lo hicieron de sus antiguas parejas.
Ambas pensaron que habiendo esperado tantos días para verse el hablar de ellos era una gran pérdida de tiempo.
-¡He reservado mesa en ese restaurante!
Dijo señalando hacia un lugar.
-¡No quiero causarte molestias!
Contestó Lucía un poco avergonzada.
-No me las causas muy al contrario. Me apetece que conozcas un sitio en dónde se come muy bien.
-¡Yo invito!
Dijo Lucía
-¡Ni hablar invito yo!
Al rato dirigieron sus pasos hacia allí. El lugar era limpio y a Lucía le encantó.
Continuará
Autora Verónica O.M.
Pensó en su nueva amiga, Rosa. ¡Parecía tan fuerte! Admiraba todo de ella empezando por su belleza, que sin ser muy llamativa tenía algo especial que no había conocido en nadie.
Se la veía una mujer con carácter, intentó imaginársela cuándo decidió no aguantar más en su matrimonio.
Al hombre, no le daría tiempo de machacarla demasiado. Rosa no parecía ser como ella, que aguantó lo inimaginable hasta que él la abandonó. Su nueva amiga era cómo a ella le hubiese gustado ser. La admiraba por ello.
Pasaron los días lentamente y llegó el esperado sábado.
Lucía fue caminando hacia el parque, Rosa ya la estaría esperando. Y así era...
-Hola, Lucía. ¡Qué guapa estás hoy!
Lucía sonrió y le dio un beso en ambas mejillas.
-Todo te lo debo a ti, sin ti seguiría dándo pena.
-Creo, ya hubieras reaccionado.
-No lo hubiera hecho, lo sé.
Se sentaron en un banco. Lo hicieron a la sombra ya que hacía calor. Estuvieron charlando animadamente y algo curioso no lo hicieron de sus antiguas parejas.
Ambas pensaron que habiendo esperado tantos días para verse el hablar de ellos era una gran pérdida de tiempo.
-¡He reservado mesa en ese restaurante!
Dijo señalando hacia un lugar.
-¡No quiero causarte molestias!
Contestó Lucía un poco avergonzada.
-No me las causas muy al contrario. Me apetece que conozcas un sitio en dónde se come muy bien.
-¡Yo invito!
Dijo Lucía
-¡Ni hablar invito yo!
Al rato dirigieron sus pasos hacia allí. El lugar era limpio y a Lucía le encantó.
Continuará
Autora Verónica O.M.
Bien hecho, ya no habrá tinta para los infames ingratos que las mal ttataron. Bon appetit para las chicas.
ResponderEliminarUn abrazo.
*Ven, te invito a desayunar. Estoy apenas despertando.
Ellas te dan las gracias y yo también.
EliminarSara, ya me gustaría, de verdad te lo digo.
Un abrazo 🌸