LUCÍA Y ROSA 2
Sentada allí sola y sin nadie que la observarse, empezó a llorar sin poder remediarlo. Pasó los dedos por su rostro apartándose las lágrimas. Al rato ya estaba más tranquila. Sin duda, sacar aquello de dentro le hizo un gran bien.
No se veía un alma por el parque, pensó, pero no era del todo cierto. A lo lejos se veía a otra persona mirar para todos los lados y se decidió a ir hacia a ella para sentarse a su lado.
-¡Buenos días! Hoy está el parque desierto. Me sentaré aquí. ¿Te importa?
-¡No! Dijo no muy convencida, ya que aquello equivalía a tener que hablar sin apetecerle.
-Hace buena mañana, aunque aquí hace demasiada calor con el sol encima. ¿Porqué no nos sentamos en aquel otro banco?
Dijo señalando a otro que estaba enfrente.
-¡Bueno! Ya empiezo a tener un poco de calor.
-Mi nombre es Rosa.
Dijo alargando su mano.
-Me llamo Lucía.
-Pues encantada. No es que me quiera meter para nada en tu vida, pero me parece a mi que has llorado.
-¡Si!
-Una se da cuenta rápidamente de esas cosas. Hace un tiempo yo estaba como tú. Mi marido me maltrataba, hasta que me cansé y me separé de él.
-¿El tuyo te maltrata también?
-¡Si! pero ya no está conmigo, me dejó por otra. Te veo contenta.
-Estoy contenta por haberme librado de semejante bestia. No me ato a otro ni muerta.
-¿Sabes que muchas veces temí por mi vida?
-¡Eso me ha pasado a mí constantemente!
Dijo Lucía y empezaba a sentirse bien con aquella mujer de edad similar a la suya.
Se alegró de haber salido de casa, parecía como si estuviesen predestinadas a conocerse.
Estuvieron largo rato hablando de sus vidas, tenían en común demasiadas experiencias malas y las dos se sintieron agradecidas al poderlas compartir.
Lucía estaba más relajada.
-Eres más fuerte que yo,¿como lo haces?
-Es simple fachada. Además ya llevo un tiempo viviendo sola. ¿Y tú?
-Hace un mes.
-No te preocupes. Cuando lleves más te sentirás mejor, aunque nunca olvidarás eso. No se puede.
-Si permites mi opinión, jamás estaré con un hombre. Para mi son todos iguales. Al principio muy buenas palabras y después empiezan los insultos por cualquier cosa. Lo siguiente son las palizas.
¿Vives por aquí? Nunca te había visto.
-No. Vine caminando.
-¿Quieres que nos veamos otro día?
-Si.
-Cada día vengo un rato a estas horas, si quieres nos encontramos aquí o dónde prefieras. Si vives lejos podrías coger el autobús y así no te pegas la caminata.
-Está, bien. Mañana vendré. ¿Vives por aquí?
-Si. En esos pisos marrones de ahí enfrente. En el cuarto primera tienes tu casa.
Estuvieron hablando un rato más y dada la hora decidieron marchar.
Y se despidieron hasta el día siguiente.
Continuará
Autora Verónica O.M.
Llorar le sentará muy bien, así como charlar con alguien que ha vivido algo similar.
ResponderEliminarBesos.
Muy cierto, Sara.
EliminarRosa será para ella cómo un bálsamo...
Besos 🌸
Es bueno dialogar. Qué alguien te escuche y comprenda el problema.
ResponderEliminarUn beso.
Si que lo es, Amalia. Ellas han tenido similar problema y eso las acercará.
EliminarUn beso 🌼
El haber sufrido las dos las une y puede serles beneficioso, pero el considerar que todos los hombres son iguales que recurren al insulto, no es justo
ResponderEliminarNo todos sois iguales, claro que no, pero sus malas experiencias no les hacen ver otra cosa, no es justo pero si humano ese error.
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